jueves, 24 de noviembre de 2011

Hermanos de sangre (capitulo segundo)

Segundo capitulo (La noche en el cementerio)
  Esa emblemática noche a la doce y treinta y cinco ya estaban todos en el cementerio, siendo en total cinco hombres (Raúl R., Jivh y Hans Heillk Burd, José Guevara y Emmanuel Criánza). Era una tranquila medianoche cual viento de verano, o ronroneo de un gato frente al fuego que espanta al frío invierno patagónico. No había ni una señal de vida, lo cual se tomaba por extraño en la zona pues casi siempre es transitada hasta las dos de la madrugada. Pero esta vez, llevaba un aire distinto a los demás. Aunque nadie le prestó la suficiente atención.

En cuando a los hombres ajenos a los hermanos, José Guevara y Emmanuel Crianza se trataban de un par de dueños de una pequeña zapatería de Lanús Este. Ninguno había terminado sus estudios pero los dos eran muy buenos en materia de negocio. José Guevara era hijo de un médico y una enfermera, quien a los quince había escapado de su hogar y del puño de su padre, mientras que Emanuel Criánza era el hijo de una azafata de veintiún años, la cual murió de una sobredosis de heroína. El niño de aquel entonces fue trasladado a un orfanato. Era el orfanato más oscuro de la Argentina; “no hubiera podido sobrevivir ni dos días si en ese agujero gris si no hubiese conocido a José Guevara y a Rodrigo Altaro, pero Rodrigo no soportó y se mató. Lo único que me queda es mi hermano de tortura: José.” Respondía hacia quien le preguntase sobre sus años en aquel lugar.

Cada uno robaba un sector del cementerio diferente, y coordinado lo más posible: José y Emanuel se ocupaban de las tumbas, Jivh y Raúl de merodear la pequeña iglesia que había en el cementerio y Hans haría guardia en la puerta. Todo fue como se había planeado. Además, cada treinta minutos se juntaban en los dos autos y ponían bolsas de consorcio con lo robado dentro de los automóviles. A primera hora y treinta y cinco, como si se tratara de una llamada al unísono y puntual, se reunieron los hombres, pero José y Emanuel no se presentaron. Los demás lo notaron evidentemente:

Hans – Raúl, andá a buscar a los otros dos.
Raúl – ¡Andá vos! Junto a tu hermano.
Jivh solo callaba sin prestarles atención a su hermano y a Raúl, vigilando si aparecían los extraviados. De pronto arribó agitado José. Comenzó a hablar:

José – (muy agitado y asustado) Necesito ayuda. Estábamos abriendo las tumbas cuando escuchamos una pequeña campanilla, seguimos cavando y cuando encontramos el cajón, este se abrió solo y salió un hombre. Él nos miró con miedo y luego sacó una navaja, Emanuel me dijo que viniera a avisarles. Hay que salvarlo.

Al instante cerraron el baúl con cautela y salieron al auxilio de su compañero. Hans cargaba arma de fuego.

                                                                                                         Camilo C. Cardenas y Brenda V. Vazquez

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